Estaba acostumbrada a mirar la cumbre desde mi «zona de confort», donde muchas personas subían y disfrutaban al hacerlo. Pensaba que eso esta bien para ellos, ya que yo estaba bien, hoy me doy cuenta lo equivocada que estaba.
Gracias a la misericordia y amor de Dios desde hace unos meses comencé a dejar de mirar y hacerlo. Dios me puso un montón de personas, circunstancias, lugares y mimos llevando a poner mis pies en camino hacia la cumbre.
Este tiempo ha sido de full entrenamiento y todavía necesito continuar entrenando y creo que la vida en sí es un constante aprendizaje, me encantaría llegar a la cumbre y bajar a llevar a otros hacia ella, pero aún no es tiempo, necesito más herramientas.
Llegar a la cumbre es más que llegar a la cima del Ruco Pichincha, sin embargo, el llegar ahí es parte de mi entrenamiento por eso cada vez que llego al Ruco, ¡Es genial! Y llevar a otros a salir de su zona de confort y mirar como se hace real aquellas cosas que habían memorizado o escuchado cada fin de semana en la iglesia:
«No, no me soltarás». ¡Claro que no!, caso contrario no seguirían vivos, hubieran caído por el Paso de la Muerte.
«En los montes, en los valles», Ya no es necesario imaginarse los montes ya que esos montes se encuentran alrededor de ellos, al igual que al cantar: «Señor mi Dios al contemplar los cielos, el firmamento y las estrellas…» y ni que decir de aquellas frases: «Joven, Dios tiene grandes cosas para ti, esfuérzate y se valiente». Ahí en cada peldaño cuando las fuerzas ya no les da y el miedo quiere apoderarse; Un calambre aparece o un dolor de cabeza molesta, es donde se esfuerzan y son valientes.
Creo que estoy a la mitad de la cumbre, aún debo continuar caminando, equipándome de herramientas, sobre todo descansando en Dios y continuar re-creando (regresar a la imagen de Dios al ser creada).
Sobre todo recordar que lo más importante es: ¡Quién soy y no lo que hago!, es algo que ha marcado el paso en esta hermosa subida.