Cuando era niña miraba al inmenso Cotopaxi en mi cuaderno de la escuela, en las botellas de güitig, y muy a menudo lo nombraba al identificarme con la provincia en la que nací.
Hace poco más de un año, los recuerdos de la niñez se convirtieron en un fuerte y firme deseo de llegar a la cumbre, comencé a entrenar.
Al principio no fue agradable, ya que en mi estilo de vida no incluía ningún esfuerzo físico. La primera montaña en subir fue el Rucu Pichincha, esta se convirtió en mi montaña de entrenamiento y de acompañamiento de vida, junto con personas que estuvieron dispuestas a salir de su «zona de confort» y subir hasta la cumbre.
El entrenamiento continuó, saliendo a hermosos lugares, en ese caminar fue necesario buscar un club de andinismo y con poca información pero con gran expectativa llegué a La Agrupación Excursionista Nuevos Horizontes, donde mi entrenamiento fue más solido a través de nuevas montañas y amigos con los que comparto esta pasión y de los cuales he aprendido y sigo aprendiendo.
Entre uno de los aprendizajes en este proceso de entrenamiento, fue que si el reto era solo llegar a la cumbre del Cotopaxi, simplemente pagaba un guía y con un entrenamiento menor podía llegar, pero mi objetivo no era solo eso, si embargo «pagué el precio» y no necesariamente fue económico ya que la paciencia no se compra y frente a un clima inadecuado es arriesgado hacer alta montaña.
Y al fin el día tan esperado llegó, con el privilegio de subir en una cordada femenina.
Siempre he admirado la fuerza y el valor que tenemos las mujeres y en esta ocasión no fue la excepción.
Comenzó la aventura, caminamos por horas y todo el entrenamiento previo iba dando su fruto, mis compañeras me daban instrucciones claras, apoyándome, corrigiéndome y preguntándome como me sentía, y así fui coordinando sus recomendaciones y mis acciones, la ardua caminata continuó hasta llegar a la soñada cumbre.
Salimos un grupo de doce personas y llegamos cuatro ¡¡ yo llegué!! Hasta ahora no puedo creer. Es real la recompensa de la espera y del esfuerzo.
Pero ahí no terminó la aventura como dicen » la cima es la mitad del camino».
Luego de un gran compañerismo y celebración con hermosas fotos de esta montaña, retorné con un gran suspiro, y de la misma forma que subí, baje concentrada y haciendo bien las cosas .
Así fue como regresé a casa, con el cuerpo cansado y el corazón lleno de alegría, que solo quienes han experimentado puede entender…
Hay sueños que viven dentro de nosotros pero es necesario descubrirlos, con amor y constante entrenamiento se los puede lograr!!